lunes, 28 de marzo de 2011

¿Cómo lo quiere?


Tratados el proceso de edición, la corrección y el diseño del libro, es necesario explicar cuál es la producción del libro: impresión y encuadernación. De entrada Datus Smith señala que la impresión es una labor distinta a la editorial, por lo que describe que los fabricantes e industriales son los impresores, quienes emplean maquinaria y materias primas para producir un libro. Al parecer la imprenta no se preocupa por el contenido del libro, por lo que el impresor requerirá el pago de su trabajo aunque no se venda ningún ejemplar. Sin embargo, un impresor hábil tomará en cuenta el libro por dentro y por fuera, ya que así ambos bandos obtienen grandes beneficios económicos.
Encuadernación
            “La imprenta y la editorial realizan un esfuerzo común para producir mejores libros a precios más bajos y distribuirlos más ampliamente, lo que redunda en ganancias para ambas. Cada parte debe comprender los problemas y propósitos de la otra[1]”. Además, los editores necesitan tener ideas claras a cerca de los procesos de impresión y encuadernación, debido a que una imprenta responde mejor a una editorial que emplea los términos técnicos indicados.
            Smith menciona tres procesos durante la manufactura de una obra: 1) La composición, la cual consiste en el arreglo de palabras para después imprimirlas, 2) La impresión, como la aplicación de la tinta en el papel y 3) La encuadernación, como el doblado, ordenamiento y sujeción.
            El primer punto corresponde, en palabras de Smith, a las formas de composición sin el uso de tipo movibles. Por lo tanto, la manual tiene como ventaja la facilidad para capacitar un tipógrafo manual que al operador de una máquina complicada, mientras que una de sus desventajas es su lentitud.  También, “la imprenta tiene que asumir el gasto extra que representa reacomodar las letras en el comportamiento correspondiente tras la impresión[2]”. Agrega el autor, que “en años recientes los impresores han ideado una nueva forma de composición usando parcialmente métodos mecánicos. Este procedimiento mantiene las ventajas de la composición manual, pero evita alguna de sus desventajas[3]”.  
Linotipo
            El monotipo emplea una pieza de metal para cada letra y consta de dos partes: el teclado y el fundidor. Aquí, la composición puede resultar más costosa que la elaborada con los procedimientos mecánicos de tipografía como el linotipo o la fotocomposición. Éste último, por medio de un sistema electrónico, las máquinas reproducen la imagen de los caracteres en una película o papel fotográfico. Mientras, que el intertipo produce líneas completas en lugar de tipos individuales. El desktop publishing combina una microcomputadora, software y  una impresora láser para componer páginas en papel para que sean tomadas por la cámara y pasarlas a las placas para la impresión offset. Otros procedimientos, indica Smith son aquellos realizados por máquinas de escribir, escritos a mano o dibujos para reproducirse en placas para la impresión.
            Las ilustraciones en blanco y negro se distinguen en dos formas básicas de ilustraciones: dibujos en línea e imágenes de tono continuo, las cuales son fotografiadas por una cámara a través de una plantilla de líneas puntadas. Para que tengan mejor calidad, la ilustración puede ser tomada dos veces por la cámara, desde ángulos distintos e imprimirla dos veces, es decir, realizar un duotono. 
Ilustración en blanco y negro
            Por otro lado, para la impresión de las ilustraciones a color, los distintos colores pueden ser impresos sucesivamente. Aquí, deben tomarse cuatro tomas desde ángulos distintos, “debido a que la impresión a todo color generalmente se ejecuta a cuatro tintas: cyan, magenta, amarillo y negro[4]”. En el caso, de que la impresión del texto sea en offset, la editorial no debe preocuparse si las ilustraciones son de línea o de medio tono, ya que en este proceso se puede manejar cualquier tipo.
Letterpress
            La impresión, dice Smith, consiste en la aplicación de tinta al papel, por lo que existen varios procesos como la impresión directa con tipos metálicos (letterpress), en la cual la tinta se aplica en la superficie elevada de los tipos, se presiona el papel contra ellos y se forma la figura. Una de sus ventajas es su rapidez y una de sus alternativas es el almacenamiento de los tipos, por lo que la imprenta debe cobrar por retener la tipografía después de la impresión. En cambio, la impresión litográfica o “planográfica” usa superficies realzadas, porque la impresión se efectúa a través de una placa plana. “La impresión offset ha revolucionado la producción de libros en muchas regiones del mundo. Tiene, otras ventajas, la de poder imprimir la composición tipográfica, dibujos, fotos y manuscritos simultáneamente[5]”.
            La impresión sin presión consiste en la aplicación de imágenes electrostáticas, entre las cuales la más conocida es Xerox. Es así, como la “xerografía hace posible la impresión de pequeñas cantidades de ejemplares son el costo exorbitante que representa realizar ediciones con procedimientos convencionales[6]”. A diferencia de la serigrafía, la cual es una de las formas de impresión más sencillas, las prensas especiales son adaptaciones de los procesos básicos.
            Ahora, Smith trata el tema de la encuadernación, donde se realiza el doblado y la compaginación de las hojas, con el objetivo de que queden en el orden indicado, lo cual puede realizarse a mano. Después, son sujetadas las hojas, lo cual puede hacerse de la manera más sencilla a través de grapas. Aunque si la pasta es dura, las hojas cosidas se refilan por los otros tres lados antes de colocar el forro. En el caso de que sea blanda, se refilan las hojas tras la colocación de la cubierta para poder refilarlas junto con éstas.
Partes típicas para la
encuadernación de un libro
            Existen dos tipos de encuadernación: la americana, donde las hojas se prensan y se les coloca un pegamento especial, y la rústica, donde se prensan sólo tres lados, mientras que al resto se les coloca pegamento. También, la impresión de forros, aunque no corresponde a la encuadernación, mantiene una estrecha relación con este tema.
            Por último, “el editor debe aprender algo acerca de los papeles que se emplean en la producción de libros o aceptar cualquiera que el impresor le ofrezca, el que quiera endilgarle, sea o no el papel apropiado para ese libro en particular[7]”. Algunas de las características que el editor debe tomar en cuenta con respecto a la hoja son: los materiales con los que fue realizada, el peso, la opacidad, el grosor, la superficie, el color, el sentido del grano, la calidad para ser doblado y la resistencia a rasgaduras.        
            Así, el editor que dedica tiempo y esfuerzo a su trabajo se debe acercar a los procesos de impresión más innovadores, ya que sus ganancias y sus habilidades obtendrán grandes beneficios. También, debe entender las necesidades de la imprenta y de todo el equipo de trabajo para que la obra reluzca.
Imagen en blanco y negro
Bibliografía
Datus C. Smith: “7. Producción del libro: impresión y encuadernación”, en: Guía para la publicación de libros, UdeG/ASEDIES-México, 1991





[1] Datus C. Smith: “7. Producción del libro: impresión y encuadernación”, p.95.
[2] Ibíd., p.97.
[3] Ibíd..., p.98.
[4] Ibíd..., p.101.
[5] Ibíd..., p.104.
[6] Ibíd..., p.105.
[7] Ibíd., p.108.

lunes, 21 de marzo de 2011

"¿Y mi libro es?

Roberto Zavala Ruíz explica cuáles son las partes de un libro, por lo que se deben dejar atrás los ornamentos externos.
1.      Cubierta o primera de forros. Aquí se indican el nombre del autor o autores, titulo y subtitulo de la obra, número de volumen o tomo, nombre de la obra completa y de la editorial (pueden abreviarse o suprimirse por estética).
2.      Segunda de forros o retiración de portada. Por lo general va en blanco.
3.      Páginas falsas.  Se le conoce también así a las páginas 1 y 2, que suelen ir en blanco.
4.      Falsa portada, anteportada o portadilla. La página 3 lleva sólo el título y si la obra pertenece a una colección o una serie.  
5.      Contraportada o frente-portadilla (4/blanco). A veces lleva el nombre del traductor o ilustrador y la colección.  
Partes de un libro
6.      Portada. De igual manera, recibe el nombre de frente-portadilla la página 5. Incluye los siguientes datos: nombre del autor; título completo de la obra y subtitulo; nombre y logotipo de la editorial; lugar de la editorial; si en la página legal (6) no se indica el año de la publicación puede incluirse en la portada. Puede llevar el crédito al traductor, prologuista, introductor, presentador, ilustrador.
7.      Página legal (6). Contiene todos los datos legales: propietario de los derechos de autor e información de la edición original; fecha de publicación; nombre y domicilio de la editorial; ISBN y la leyenda “Impreso y hecho en México”. Puede incluir los datos del impresor y el número de ejemplares, si se suprime el colofón.
8.      Dedicatoria o epígrafe. Si son cortos en la página 7, la siguiente página aparecerá en blanco con el fin de que el texto inicie en página impar. Lo usual es que el primer capítulo inicie en la página 7.
9.      Índice general, contenido o tabla de materias. Listado de partes, capítulos y subdivisiones.
10.  Texto. Es el cuerpo escrito del texto. Puede formarse por ilustraciones como fotografías, mapas, dibujos.
11.  Apéndices o anexos.

Gráficos
      12.  Cuadros y material gráfico.
13.  Notas, cuando no van a pie de página.
14.  Bibliografía.
15.  Vocabulario o Glosario.
16.  Índices analíticos.
17.  Índices de láminas, ilustraciones, gráficas, etcétera.
18.  Índice general.
19.  Colofón. Lleva el nombre y al dirección del impresor, fecha en que terminó de imprimirse y el número de ejemplares.
20.  Tercera de forros o retiración de contraportada. Normalmente va en blanco, pero con fines publicitarios se registran títulos publicados o próximos a realizarse. A veces, se aprovechan las solapas con el mismo fin.
21.  Cuarta de forros o contraportada. Es la presentación breve del libro, el curriculum del autor y las críticas hacia la obra.                                                                                                  
                 Con respecto al tipo de letra, “su selección no es arbitraria, aunque tampoco obedece a normas fijas sino a estilos editoriales, en los que, por cierto, no deja de estar presente la moda artística[1]”. La letra es importante para la redacción y presentación del texto, por lo que se debe considerar su altura, árbol, base o pie, cran o hendidura, cuerpo, espesor, hombro o mesa, línea normal, estándar, ojo o cara y grabado. La numeración de los capítulos tiende a realizarse con números romanos o arábigos, aunque la palabra “capítulo” puede eliminarse. Mientras, que los blancos de las páginas que se dejan entre el límite superior de la mancha impresa y el encabezamiento del capítulo se llaman colgados.
Tamaños de pliego
            “El tamaño del libro depende en forma directa de las medidas en que se producen las distintas clases de papel[2]”.Con el paso del tiempo los tamaños del papel se determinaran con los dobleces necesarios de la hoja, si hay ocho rectángulos por cara (16 páginas), el tamaño del libro es en octavo (20 a 28 cm), si hay cuatro páginas se llama cuartos 15 y 20 cm), y así sucesivamente.

Papel Couché

            Para la impresión de la obra se debe considerar un tipo de papel para el texto y otro para las ilustraciones, por lo que se debe considerar el grado de porosidad y el mayor o menor satinado de la superficie a imprimir. El aspecto del papel puede ser alisados, satinados, estucados, etc., aunque los empleados en las imprentas se agrupan en dos clases: a) naturales y b)size press o encolados. Es importante mencionar que se los costos son un punto determinante para esta elección, ya que si el texto no tiene imágenes relucientes es preferible imprimirlo en un papel, por ejemplo bond.
            Ahora, Zavala trata algunas terminologías del libro y el papel, como la hoja, la página, el pliego, el plieguecillo, la cuartilla, el cuaderno, la resma, el bulto o el fardo. Enseguida enlista otros términos: libro, folleto, hoja suelta, libro prolongado u oblongo y apaisado, corte, lomo, tapas, opistógrafos, obra inédita y diferentes ediciones como las acéfalas, príncipe, diamante o extracomerciales[3].
            La caja de composición es el “espacio que ocupa la página tipográfica sin los márgenes, es decir, la parte impresa en la plana[4]”. El tamaño de la caja se mide en picas o cíceros, ya que el ancho del texto debe ocupar entre el 70 y 85 % del ancho de la página; comprende el blanco del folio explicativo o titulillo. El folio o número progresivo puede colocarse a la cabeza o al pie del texto, en los márgenes e ir centrados o alienados con el lado exterior de la página par o impar. Los caracteres  suelen dividirse por su figura, por su estilo, por sus elementos y por su ojo.  Zavala nombra a la familia como el conjunto o colección de tipos y cuerpos de un mismo dibujo o trazo.
            Los márgenes son superior o de cabeza, inferior, de pie o falda, exterior o de corte, y de lomo, inferior o medianil. Para determinar este elemento suele usarse una forma normalizada. Zavala agrega que el colgado o descolgado es el blanco que suele dejarse en los principios de capítulo y divisiones mayores de un libro, mientras que la sangría es el “blanco con que empieza la primera línea de los párrafos en la composición seguida o normal”.  Los espacios en tipografía suelen ser de 1 cuadratín o fracciones de ½, 1/3, ¼, 1/5 o 1/6.  
            El autor destaca que existen tres tipos de párrafo: el normal u ordinario (escritura común), el francés (se sangran todas las líneas menos la primera) y el moderno o americano (no hay sangría). También, hay que tomar en cuenta el cuerpo, el interlineado y los filetes o rayas que tienes diferentes combinaciones como la mediacaña, puntillados, serpentinas, finos, negro, medio luto y luto. Todo lo anterior, permitirá que la estética de la obra no quede en el aire.
Bibliografía
Roberto Zavala Ruíz: “El libro por dentro y por fuera”, en: El libro y sus orillas, UNAM, México, 2003, p. 21-33, 51-62.

[1] Roberto Zavala Ruíz: “El libro por dentro y por fuera”, p.26.
[2] Ibíd., p.27.
[3] Ibíd., p.33-34.
[4] Ibíd., p.51.

domingo, 13 de marzo de 2011

"Del diseño nace el libro"

En esta ocasión, el personaje principal de este texto será el diseñador, quien edifica el hogar de un libro y tiene un trabajo de tiempo completo, en algunos casos, ya que algunas casas editoriales no pueden pagar un sueldo diario. “El diseñador puede ser también ilustrador, caligrafista, hacer mapas y realizar otras labores. De hecho, muchas editoriales pequeñas contratan un diseñador capaz de realizar diversos trabajos para evitar la contratación de los servicios de un dibujante externo[1]”.  
Persépolis
            El diseñador se caracteriza por su buen gusto artístico, por su conocimiento acerca del proceso de edición de publicaciones, por su experiencia en la impresión y por su facilidad para dibujar. Datus Smith menciona que “busca proyectar un libro que a la vez sea atractivo y logre transmitir las ideas del autor y el ilustrador de la manera más clara e inteligente posible[2]”. Algunos ejemplos son Abú Simbel y el Taj Mahal. La naturaleza de la obra y su belleza son dos conceptos que este colaborador nunca debe dejar fuera del campo laboral. 
            Como ya se había mencionado antes, en una de las entradas, el aspecto financiero debe ser considerado por todo el equipo de trabajo, y el diseñador no es la excepción. Dos variantes son elementales: los costos fijos y el tiraje. No obstante, no se debe olvidar de las técnicas de composición, los diferentes procesos de encuadernación, los intereses del autor, del lector y de la editorial. Smith aclara que “en el diseño de cualquier libro el diseñador trata de equilibrar los siguientes factores: que el diseño sea apropiado para el tema del libro, que tenga atractivo artístico, claridad e inteligibilidad para el lector, la economía tanto de la editorial como del consumidor, y viabilidad desde el punto de vista de la impresión[3]”.      
            Para el cálculo del tamaño del libro, el diseñador necesita conocer la cantidad de letras que tiene el manuscrito, cuál será el tamaño de los tipos, de las páginas, de los márgenes y de los renglones. Hoy, diferentes programas informáticos permiten que se obtenga el número de palabras o el interlineado si la necesidad de contarlas manualmente. En el diseño básico de la letra su figura, tamaño, interlineado y su presentación afectan el diseño de la página, por lo que se deben determinar los márgenes laterales, superior e inferior, la ubicación de los números de páginas y las cornisas.  
Premiso Visual
de diseño editorial en España
            Smith agrega que las ilustraciones, los mapas, las cartas y las tablas, los cuales están en constate cambio, son otro problema para el diseñador. Además, debe entregar el material gráfico a la editorial, en caso contrario se contrata a alguien para su elaboración, acto que se descuenta de los honorarios de quien hace el diseño. Otros de los talentos del protagonista son el diseño de la cubierta y de la portada, las cuales incluyen letras hechas a mano o de tipo distinto al usado en el resto del libro, el forro exterior como una creación viable, y la página. 
            Cuando llega el momento de elegir la imprenta se considera lo siguiente: la calidad de mano de obra, la integridad comercial, los precios, el cumplimiento con lo acordado y el escrupuloso mantenimiento del equipo. Sin embargo, los países en vías de desarrollo y los de primer mundo no tienen las mismas capacidades de impresión, lo cual se convierte en una barrera para las editoriales.
            Con respecto a los proceso de impresión, Smith expone que “el diseñador debe decidir en cuanto a la composición tipográfica, el tipo de impresión, el papel en que se llevará a cabo ésta y la encuadernación”[4]. Algunas opciones son:
·         Tipografía: “la primera elección que afecta el aspecto tipográfico es la técnica con que serán compuestas las palabras para ser impresas”. Éstas se componen por procesos fotográficos, con máquina de escribir, utilizando procesadores de texto, etcétera. Su composición manual de tipos puede ser una opción desde el punto de vista económico. En el caso de que sea un tiraje reducido Smith aconseja que sea recomendable la composición a máquina de escribir o hacer manualmente la letra.
·         Impresión: si la obra no incluye ilustraciones, la impresión se determinará en función de la tipografía empleada. De lo contario, se debe planear lo correspondiente a la impresión y al papel. Smith, añade que otro problema es la inclusión de colores distintos al negro.
·         El papel: su elección depende del procedimiento con que se realizará la impresión.
·         Encuadernación: el principal punto son los aspectos comerciales (costos de producción, precio al público, promoción, etcétera). Si el libro va a ir con pasta dura se seleccionará la tela, el color y la calidad de tinta o el estaño con que será sellada y su grueso. En el caso de que sea blanda y los costos son reducidos, el diseñador debe poner mayor atención en esta situación.  
            Por último, Smith expresa qué debe hacer el diseñador para mejorar su trabajo:
a) “Aprender todo lo posible acerca de los procesos de impresión, sobre todo acerca de los nuevos avances que introducen las imprentas locales.
b) Estudiar buenos ejemplos de arte gráfico procedentes de tantas fuentes como sea posible”[5].
Gráficos diseñados por el
Instituto Americano
de Artes Gráficas de 
Estados Unidos
 Bibliografía
Datus C. Smith: “6. Diseño del libro”, en: Guía para la publicación de libros, UdeG/ASEDIES-México, 1991.





[1] Datus C. Smith: “6. Diseño del libro”, en: Guía para la publicación de libros, p.84.
[2] Ibíd., p.84.
[3] Ibíd., p.85.
[4] Ibíd., p.91.
[5] Ibíd., p.94.

domingo, 6 de marzo de 2011

“Correctores de estilo”

 “En el simbólico año 2000 comenzó a circular la leyenda urbana de un corrector de estilo o revisor de textos que trabajaba para un gran corporativo de publicidad y era, como suele ser el paradigma de la profesión, muy metódico. Llegaba puntual y se sumergía en su oficina llena de diccionarios de la que no salía hasta la una de la tarde para comprar en la cafetería un emparedado de jamón y queso. El dependiente, al correr de los años, practicaba la rutina de calentar la vianda a las 13:02 y entregarla a las 13:06[1]”.


 A través del tiempo, la labor del corrector de estilos no se ha tomado en cuenta cómo debe de ser. Es así, como Camilo Ayala y Alejandro Zenker nos muestran la situación este primordial personaje. “Su trabajo es callado, difícilmente bien remunerado” son las palabras que utiliza Ayala para describir las responsabilidades de aquel que no acepta errores en los textos. Hoy, el mercado editorial no atraviesa por su mejor época, ya que en México el pago por cuartilla corregida es de $25. No obstante, la cantidad disminuye poco a poco debido a su complejidad, al grado de recibir un pago de $4 a $10 por hoja.           

Camilo Ayala Ochoa
             El primer autor recapitula parte de la historia educacional en el país, en el cual alumnos, escritores, periódicos, revistas, entre otros medios, no respetan las reglas de ortografía, al grado de cometer erratas que tienen consecuencias muy penosas. Lo mismo sucede con la lógica.
              Aunque este texto no tiene como fin analizar la educación mexicana, es necesario referirse a ella, porque requiere de un tratamiento pausado y confiable, es decir, debe pasar por varias etapas que ayuden a la estabilidad de su desarrollo cultural y material. Por lo tanto, es necesario definir como centro de la educación a la persona, considerar la educación como un proceso integral, añadir criterios técnicos y claros a la calidad educativa, revisar y realizar reformas necesarias para los planes y programas de estudio, definir proyectos curriculares y programas de estudio, etcétera.

             Juan Ramón de la Fuente, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, con fundamento en los artículos 1º y 9º de la Ley Orgánica, así como 34, fracciones IX y X, del Estatuto General y considerando que el 20 de marzo de 1986 se creó el Consejo Asesor del Patrimonio Editorial, con la finalidad de determinar las características contractuales, criterios de coedición, adquisición de derechos editoriales y comercialización de las publicaciones universitarias[3]”. Pero, qué significa esto:  
“que el amplio desarrollo de la materia editorial en nuestra Institución es de vital importancia como instrumento medular en el cumplimiento de sus funciones sustantivas de docencia, investigación y difusión de la cultura. Que hoy en día es una necesidad que la Universidad identifique, unifique y supervise las actividades que realizan sus facultades, escuelas, institutos, centros, cuerpos colegiados y dependencias administrativas en materia de producción editorial para fortalecer el cuidado de los recursos financieros destinados a este rubro, a través de la colaboración en la planeación, seguimiento y evaluación de las actividades editoriales.
Que los resultados de la labor editorial forman parte integrante del patrimonio universitario, por lo que se hace necesario unificar y perfeccionar los procesos de edición de las publicaciones sobre las cuales la UNAM posea la titularidad de los derechos.
Que nuestra Institución por su amplia producción de publicaciones constituye una de las principales casas editoriales de América Latina[4]”.
Alejandro Zenker
        
           Gracias a las nuevas tecnologías de la información, la computadora produjo que los editores y correctores de estilo realizaran su trabajo de una manera distinta. Zenker al referirse de cómo se puede vivir sin correctores, pero por qué siguen siendo imprescindibles, enumera el proceso que se sigue en la revista “Quehacer editorial”:
1.      Traducción (ocasionalmente)
2.      Revisión y marcaje
3.      Cortejo en el caso de las traducciones
4.      Tipografía
5.      Lectura de galeras
6.      Formación de planas
7.      Primera y segunda lectura de planas
8.      Contraprueba
            Los puntos anteriores marcan la labor del corrector, lo cual se convirtió en algo silenciosa y despreciada. Por lo tanto, necesita de profesionalización. Aquí radica la calidad de las casas editoriales, al igual que todos los elementos necesarios para que los correctores de estilo tengan un apogeo histórico. La cifra de palabras, páginas, libros que se corrigen en la UNAM es enorme, labor que en muchas ocasiones no es reconocido.
            Al terminar un libro y entregarlo al autor en perfectas condiciones, con un acabado que fue producido gracias a todo el equipo de trabajo, el causante de la idea original de que esto se imprimiera no agradece a quien le entregó en sus manos su trabajo reconstruido. Nuestra universidad es así “una escuela de editores, correctores, diseñadores y traductores, aunque no exista la carrera como tal[5]”.  Donde estudiamos es un acontecimiento multicultural.


Hemerografia   
¾    Ayala Ochoa, Camilo, “Correctores de estilo”, en Quehacer editorial, núm. 8, p.7-22.
¾    Alejandro Zenker, “Día del corrector, de cómo se puede vivir sin correctores, pero por qué siguen siendo imprescindibles”, en Quehacer editorial, núm. 8, p.23-27.

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[1] Camilo, Ayala Ochoa, Alejandro, Zenker, “Correctores de estilo”, en Quehacer editorial, #8, p.7.
[2] Ibíd., p.13.
[3]“Acuerdo por el que se crea el consejo editorial”. Véase en: http://www.economia.unam.mx/publicaciones/nueva/normatividad/pdfs/acuerdoconsejoeditorial.pdf
[4] Ídem.
[5] Camilo, Ayala Ochoa, Alejandro, Zenker, óp. cit., p.15.