miércoles, 6 de julio de 2011

La ciudad de los libros

Conaculta anunció el proyecto La Ciudadela: Biblioteca de bibliotecas
La presidenta del Conaculta mencionó que la obra tiene como fin recuperar la esencia del edificio que resguarda a la Biblioteca de México “José Vasconcelos”
La presidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), Consuelo Saizar, calificó el proyecto como el más importante por la “recuperación integral” del edificio de La ciudadela y de la administración, ya que se emprendió con el objetivo de crear “La Ciudad de los Libros”. De igual manera, se pretende establecer una biblioteca al nivel “de los sueños de José Vasconcelos”, expresó.
            En compañía de los arquitectos Alejandro Sánchez y Bernardo Gómez-Pimienta, del director general de Bibliotecas, Fernando Álvarez, del director de Sitios y Monumentos, Raúl Delgado y del secretario Cultural y Artístico del Conaculta, Fernando Serrano, Saizar indicó que es fundamental la preservación de las bibliotecas personales, por lo que será necesario conservar un gran número de bibliotecas de figuras emblemáticas de la cultura mexicana.
            “Aquí estará el corazón de la biblioteca”, mientras que en Buenavista se encontrará “el cerebro”, donde se albergarán los fondos bibliográficos más importantes del siglo XX mexicano, los cuales se digitalizarán y preservarán en papel, agregó la editora. Por otro lado, el proyecto electrónico de la biblioteca de Buenavista se presentará en los próximos meses.
            “En un hecho sin precedentes en este país. Nos proponemos albergar en este entrañable recinto las bibliotecas personales para el bien de la sociedad mexicana y de su memoria. Conaculta rescata un edificio de enorme valor patrimonial para convertirlo en el recinto que albergue esos proyectos bibliográficos personales, con una intervención que concluirá en el otoño de 2012 y permitirá a todos los mexicanos gozar de una gran biblioteca en un gran recinto histórico”, declaró la titular.    
            Debido a que el proyecto no tiene precedentes, permitirá que el inmueble cuente con instalaciones de punta del siglo XXI, con lo cual se proporcionarán “los servicios más modernos para el goce de la cultura”, concluyó.

“Fronteras Infranqueables:

Fronteras Infranqueables:
México y la migración de paso

Están ahí, por todos lados. En una calle cualquiera, llena de polvo y olor a drenaje. En caminos rurales de pueblos y comunidades. Sobre las vías del tren que atraviesa campos y cultivos. Escondidos entre la maleza del monte u ocultos en las entrañas de La Bestia. Son los migrantes centroamericanos. Viajeros incansables que recorren a su paso tierras de países diferentes. No conocen de muros ni  fronteras. Viene desde el corazón del continente y se desplazan a todo lo largo de la republica mexicana. Llegan a recorrer hasta cinco mil kilómetros, sólo para alcanzar  su destino, el territorio estadounidense. El sueño americano.
En los últimos años la república mexicana se ha convertido en un territorio de transición para los migrantes centroamericanos. En realidad no pretenden quedarse en  México, más bien buscan a travesarlo para llegar a E.U. De acuerdo con cifras oficiales  más 40,000 migrantes entran de forma ilegal a México, tan sólo a través de la frontera con Guatemala que comprende 572,986 kilómetros. Lo que lo ha convertido en blanco fácil para el crimen organizado, la trata de personas o el narcotráfico y por tanto en un problema de seguridad pública.
Pero más allá de su riesgo latente, como factores de riesgo y aumento de la inseguridad, el fenómeno de la migración ilegal revela un profundo desinterés del mexicano en el otro, en el que es diferente. Tanto autoridades como sociedad no muestran mayor preocupación por el destino de las miles de personas que se atreven a adentrarse a territorio nacional  a sabiendas de los peligros que implica para su integridad, con el único propósito de buscar mejorar sus condiciones de vida.
Pocas organizaciones no gubernamentales se han dado a la tarea de brindar una mano de ayuda a los migrantes centroamericanos y aquellas que lo hacen reciben críticas y poco apoyo de parte de las comunidades que los alojan. No obstante, es imposible negarse a ver las dimensiones que el fenómeno migratorio ha alcanzado en los últimos años, puesto que aún con grupos de ayuda el flujo de migrantes ilegales centroamericanos ha traído consecuencias negativas al territorio mexicano, aún cuando éste no es concebido como el destino si no como parte del camino para alcanzarlo.

La migración hacia Estados Unidos: Sueño que pocos logran

Germán es hondureño y migrante, en unos días también seguirá el camino de los 16, 421 extranjeros que fueron devueltos por el Instituto Nacional de Migración durante 2010 y el primer trimestre de 2011. Entre los principales países de origen de los deportados Guatemala ocupa el primer peldaño, Honduras y El Salvador le siguen los pasos. Año tras año el fenómeno de la migración provoca el desplazamiento de miles de personas de su lugar de origen. La migración es el movimiento, cambio o traslado de un lugar a otro, con el fin de encontrar un hábitat que le favorezca al hombre, en la mayoría de las veces para mejores  sus condiciones de vida; sin importarle distancias o barreras, lo que lleva consigo consecuencias políticas, económicas, sociales y religiosas.
            No obstante, las razones no son las mismas para todos. Mientras que los turistas, los visitantes de negocios, de locales marítimos o provisionales y diplomáticos llegan o cruzan el país para cerrar un trato, un acuerdo o divertirse, los transmigrantes centroamericanos y sudamericanos atraviesan un camino lleno de hambre, sed y violencia.
            En pocos años, México se ha convertido en el trampolín para aquellos que aspiran llegar a la Tierra de la Libertad. Olas humanas de todo del mundo, Cuba, Costa Rica, Albania, Rusia, Bangladesh, China, intentan colarse en Estados Unidos a través de suelo mexicano. Uno de los últimos informes del INM indica que las autoridades mexicanas deportaron a 152, 000 extranjeros ilegales el año pasado, otros 28, 000 fueron atrapados por funcionarios norteamericanos después de cruzar la frontera. Aún así miles lograron su objetivo, otros siguen en el intento.
            Aún cuando ya no es delito ser migrante indocumentado en área nacional y  a pesar de la implantación de políticas públicas y programas obligatorios de protección a su dignidad, miles de migrantes deciden tomar otras rutas cuando llegan a territorio mexicano. La razón: evitar los retenes policíacos. Sin importar el peligro al que se enfrentan, miles de centroamericanos llegan a México con el objetivo de atravesarlo hasta llegar a la frontera norte para llegar a Estados Unidos y lograr su sueño. Anhelan conseguir un trabajo y mandar dinero a sus hogares, sueñan con construir o terminar su casa.
            Frente  a este fenómeno México no cuenta con políticas públicas que garanticen el tránsito seguro de los miles de personas que ven al país tan sólo como un territorio de paso, lo que se manifiesta en el aumento de abusos y secuestros de migrantes. Incluso, aún con la aprobación de la ley que tiene como propósito proteger y apoyar a los migrantes para su desarrollo con dignidad que derivó en la creación de la Comisión Nacional de Protección a Migrantes y sus Familias, todavía se siguen cometiendo delitos que atentan contra la condición humana del indocumentado. Dicha instancia es dirigida por el Ejecutivo Federal en coordinación con órganos estatales y municipales, y está destinada a atender a los migrantes, no obstante éstos se quejan por los malos tratos de los funcionarios.
            Al respecto, el senador priísta, Adrián Alanís, declaró en entrevista con el portal de noticias Esmas.com: “estaremos dando, también una certeza jurídica a los extranjeros que decidan utilizar a nuestro país como tránsito, para emigrar hacia los Estados Unidos, evitando así toda serie de arbitrariedades, irregularidades y abusos de poder por parte de nuestras propias autoridades mexicanas”. También, el senador perredista, Rutilio Escandón, explicó que “se busca flexibilizar y agilizar la regularización de los flujos migratorios en nuestro país, sin descuidar nuestra soberanía y seguridad fronteriza, ni la defensa de los Derechos Humanos de los migrantes; con esta nueva ley dejaremos de ser ‘candil de la calle y oscuridad de la casa’”.
            Así, con pocas cosas sobre el cuerpo traspasan la frontera de Guatemala con la República Mexicana, no necesitan visa, ni identificación, sólo la fuerza para continuar. La línea que divide ambos países es transparente, no existen autoridades aduanales ni militares que detengan diariamente a  los más de 400 migrantes  que cruzan a lo largo de los 1,200 kilómetros que México comparte con el “lugar de muchos árboles” y Belice. Es así, como la frontera de Ciudad Hidalgo, Chiapas, se ha convertido en la más transitada por los que desean llegar al otro lado. Al poner un pie sobre ella se arriesgan a sufrir un secuestro, formar parte de la trata de personas o ser víctimas del crimen organizado. Algunos otros, eligen el camino de Tapachula a Ciudad Arriaga, Chiapas,  que dura seis días, los cuales con las lluvias son menos dolorosos. Caminan porque no tienen el dinero suficiente para pagarle a un triciclero. Prefieren rodear la caseta de Huehuetán para evitar a los agente del INM.
            Aunque existen 44  diferentes puntos de acceso a territorio nacional, la mayoría de los migrantes eligen las orillas del río Suchiate. Hoy, el recorrido para alcanzar el “sueño americano” se encuentra, también, en recesión económica, debido a que los balseros guanacos o guatemaltecos cobran diez pesos para cruzar a los ilegales hacia el Suchiate. Además, el pasaje, el cual es de $15 en esta zona, es de 100 o 200 para ellos.  Y pese a la profundidad y oleaje de la presa La Angostura, uno de los puntos más peligrosos de la frontera con México, hondureños, panameños, nicaragüenses… continúan montándose en pangas para mojarse con el caudal de sus corrientes, a pesar de que en abril murieron nueve guatemaltecos al caer y hundirse el camión donde viajaban.
            Ahí inicia el viacrucis centroamericano, unos caen y otros se levantan a pesar de las heridas. Todos intentan llegar a la resurrección en tierra estadounidense, al “sueño americano.” Todos, aunque para algunos el sueño se convierte en pesadilla.

¿Sueño o pesadilla?

            Germán Leonel Chavarría tiene 20 años, pero aparenta algunos más. Es de piel morena y cabello negro. Su complexión es más bien delgada y su estatura media. Sus brazos y su cara están tostados por el sol porque en los últimos meses ha trabajado en la construcción y en el campo. Al principio sería algo momentáneo, sólo mientras lograba juntar dinero para pasar al otro lado, al estadounidense. Viene desde Honduras y atravesó el país de punta a punta con el afán de llegar a territorio americano, al igual que lo hacen anualmente 300 000 personas que cruzan la frontera sur procedentes de Centroamérica. No lo logró.
            Hace ocho meses, en noviembre del 2010, Germán decidió que se iría a trabajar a Estados Unidos. No era la primera vez que ese pensamiento le rondaba en la cabeza. En realidad este sería un nuevo intento, el tercero. A pesar de sus anteriores fracasos Germán estaba convencido de que está vez sí lograría llegar a suelo americano, lo que significaba que los problemas económicos de su familia terminarían en poco tiempo. Con esa idea emprendió el viaje, se despidió de su madre y de su hija de un año y se encamino a su primer destino: la frontera de Honduras con Guatemala.
            Para llegar a Guatemala Germán recuerda que caminó más de 30 kilómetros, pero una vez ahí no encontró mayor dificultad. Tampoco representó un gran problema cruzar la frontera de Guatemala con México. Hasta ese momento el viaje de Germán transcurría con normalidad en la medida de lo posible y a pesar de saber que algunos poblados del sureste mexicano como Tierra Blanca y Medias Aguas eran famosas por los asaltos, secuestros y vejaciones a inmigrantes logró llegar a Ixtepec para abordar el tren que lo llevaría al centro del país.
            El primer obstáculo para Germán fue lograr subir a un ferrocarril en movimiento que se desplaza aproximadamente a 80 kilómetros por hora. En un primer momento pensó en abordarlo en la estación ubicada en Ixtepec; sin embargo, un retén de la policía municipal se lo impidió, por lo que Germán decidió esperar al siguiente tren más adelante, entre el monte.
            “Lo que más recuerdo es como le hice para subir al tren. Primero me agarre bien fuerte con las manos pero mis pies quedaron volando y sentía que no tenían la suficiente fuerza para lograr apoyarlos. También recuerdo que la banda que iba arriba me gritaba que me soltara pero yo sabía que si lo hacía podía chingarme el tren, entonces metí los pies en un como pico que no daba vueltas y logré apoyarme ahí. La banda pensó que los había metido en las ruedas y me gritaban que si estaba bien. No sé ni cómo le hice, pero me trepé.”
            Con su acento catracho Germán relata que a consecuencia de su hazaña del tren le quedaron dos moretones bastante grandes en las piernas, justo debajo de las rodillas, no obstante reconoce haber tenido suerte: “Me tocó ver a uno al que el tren le corto una mano y un pie.”  Sobre La Bestia Germán recuerda haber pasado algunas de las noches más largas de su vida. El frío, dice, te cala los huesos y te rebana la carne. Como otros también piensa que lo mejor son los vagones cerrados que incluso te permiten dormir y descansar durante el viaje; sin embargo tienen un inconveniente: “no te das cuenta de cuando se acerca un retén o se suben a asaltar.” 
            Con algunos contratiempos menores Germán logró llegar al centro del país. Por sus experiencias anteriores pensaba que quien ha logrado llegar hasta aquí ya ha pasado la peor parte del viaje. Lo que seguía era cuidarse de la migra y lograr llegar a la frontera norte, para lo cual, dice, lo mejor es juntarse con migrantes mexicanos del sureste del país. Así lo hizo él y decidió unirse a un grupo de mexicanos que también tenían como destino la frontera de Tamaulipas con Estados Unidos. Ellos le aconsejaron que si se encontraban con las autoridades dijera que era mexicano, chiapaneco para ser exacto.
            Pero Germán olvidaba que en los últimos años el narcotráfico y el crimen organizado han encontrado en los cientos de migrantes centroamericanos que cruzan el territorio nacional un negocio rentable y provechoso basado en el secuestro y el tráfico de personas. De acuerdo con cifras de organismo internacionales el tráfico ilegal de humanos genera un negocio extraordinario para los clanes del narcotráfico en México, que se calcula en torno a los 1.400 millones de euros al año. Esas ganancias ilícitas, que también se reparten en forma de soborno entre funcionarios y autoridades, son otro botín enorme por el que se enfrentan las mafias criminales. Germán lo descubrió en carne propia. 
            Al llegar a Nuevo Laredo, en Tamaulipas, a 26 kilómetros de la frontera con Estados Unidos, Germán y sus compañeros mexicanos fueron detenidos por un grupo de personas que se identificaron como miembros de la Policía Federal. En realidad, dice, eran de la “Mara” y se dedican a secuestrar migrantes procedentes de Centroamérica. Cuenta que los subieron a una unidad pintada como patrulla y los llevaron a un terreno baldío cercano a las vías. Les pidieron los números de sus familiares y les cubrieron la cara con su ropa. Los golpearon.
            A cada uno le darían 6 golpes con tablas, en las piernas y la espalda. Entre golpe y golpe sus plagiarios les preguntaban cuántos golpes les habían dado, si contestaban los que llevaban volvían a comenzar. Germán entendió la dinámica y dijo que uno. Sólo completaron los 6. Una vez terminada la golpiza los falsos agentes los cuestionaron sobre su procedencia y su destino. Todos dijeron ser mexicanos que se dirigían al kilometro 10. Les pidieron sus identificaciones. Todos la mostraron a excepción de Germán, que dijo haberla olvidado. Como sus acompañantes comprobaron  ser mexicanos no le dijeron nada. A continuación los plagiarios se comunicaron con un capitán de la policía que les proporcionaba protección y con el cual estaban coludidos. 
            Al igual que Germán cada año son secuestrados cientos de migrantes  centroamericanos. De acuerdo con 1er informe especial de la Comisión de los Derechos Humanos (CNDH) entre septiembre de 2008 y febrero de 2009 fueron secuestrados en ese estado 912 migrantes. Durante 2010 los números aumentaron, pues tan sólo de abril a septiembre las cifras oficiales revelan que las autoridades mexicanas recibieron 222 denuncias de secuestros masivos de migrantes centroamericanos en el país, lo que incluye más de 10 mil víctimas.
            Según el Instituto Nacional de Migración (INM) Tamaulipas se ha convertido en uno de los estados más inseguros del país y en el que se cometen más abusos contra migrantes, pues la mayoría de los secuestros denunciados ocurrieron en los estados norteños de Tamaulipas, San Luis Potosí, Nuevo León, y en los sureños  de Chiapas y Oaxaca. A su vez el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP),  identifica a los municipios de Reynosa y Nuevo Laredo como dos de los 25 focos rojos detectados en el país por los delitos y abusos que sufren los indocumentados que cruzan México hacia los Estados Unidos.
            Así también lo comprobó Germán. Una vez que sus secuestradores consultaron con el mando policial que los protege éste ordenó su liberación. Los policías les dijeron que sólo se dedicaban a retener a centroamericanos pero que a los paisanos les dejaban pasar, incluso, por 500 dólares, los cruzaban la frontera y los dejaban en territorio estadounidense. Pero Germán no tenía el suficiente dinero para pagar su pase a Estados Unidos, así que decidió quedarse a trabajar en México mientras completaba la cantidad  señalada. 
            Al principio nadie quiso ayudarlo o darle trabajo. Entre hambre y sed pasó días y semanas. Germán recuerda que le tocó dormir la noche del 31 de diciembre del 2010 agazapado en las vías del tren. Así siguió algún tiempo hasta que un hombre joven le ofreció que le ayudara en el campo y en las obras de su casa. Con el poco sueldo que le ofrecían Germán pudo sobrevivir algunos meses en la frontera, aún con la esperanza de juntar lo necesario para pasar al otro lado. Nunca lo logró, se quedo tan sólo a 2 kilómetros de la frontera. Como él cada año cientos de migrantes centroamericanos no logran llegar a territorio americano, como él muchos vuelven a intentarlo, una vez y otra y otra, deseosos de que su esfuerzo dé resultado, deseosos porque no es fácil cruzar la frontera de tres países. No es fácil ser tres veces mojado.

Transmigración: Tres veces mojado

            Casi son las ocho de la noche y Dagoberto Márquez Vázquez, un joven hondureño de 17 años, espera a que el cilindro de La Bestia le indique la hora de partir. Viene solo. En Tequesquite, Honduras, dejo familia, escuela, novia y amigos. Lo único que lo acompaña es una chamarra y la fe en Dios  para llegar a salvo.  Dago es lo que se define como transmigrante, personas que cruzan más de un país en busca de llagar a su destino. En su caso serán tres fronteras las que habrán de sortear para lograr llegar a Estados Unidos. A ellos se les conoce popularmente como “tres veces mojado”.
             Dagoberto toma sus cosas y se levanta del pasto que cubre Ciudad Arriaga, localidad que ata a “El caballo de Troya”, el cual después correrá como una fiera salvaje. “Hasta ahorita no me ha pasado nada, pero, dicen que luego hay retenes y te cobran $200 si te ven en la calle”, expresa Dago al preguntarle cómo le fue al inicio de su camino en Arriaga. Otros parten del albergue “Hogar de misericordia” para revolotear cerca de las llantas del monstruo que los llevará a su destino.
            “El tren asesino”, como también se conoce a La Bestia, es el convoy de carga, en el cual depositan muchos migrantes su fuerza para llegar, en algunas ocasiones, al norte del país. Dago es uno de los tantos centroamericanos y sudamericanos que descansan por unos minutos en el lomo de “La Bestia de Hierro”. No pueden dormir porque el sueño hará que caigan en lo más profundo de sus entrañas, deben ir con un ojo abierto y otro cerrado. Las materias primas, el cemento, los granos, el fierro y la madera les permiten que puedan subirse cuando el chu chu se oye más cerca, en cambio, los ácidos y el combustible impiden que el lapso de espera sea más corto. Si bien les va, pueden encontrar un vagón abierto y recostarse con mayor seguridad, pero deben ser precavidos porque si les toca un retén no podrán huir con facilidad. A veces, el chofer les cobra $20 para que puedan subirse. Ahora otras cosas también se han convertido en negocio.
            Posteriormente quien decide conseguir un pollero para que los lleve a tierra gringa se afronta a otra serie de complicaciones en el caso de que no cuenten con el dinero, ya que en Chiapas la policía y grupos delictivos deambulan los centros de dinero exprés para extorsionar a los migrantes. Dago espera en la Casa del Migrante de Lechería, Estado de México, a que su hermano quien vive en Phoenix, le envíe unos cuantos dólares, “no sé si me dejen quedarme aquí unos días más, ya hice una llamada y tengo derecho a otra”. Otros continúan su camino.
            El camino que espera a Dago no es fácil. Tendrá que enfrentarse a condiciones de viaje que incluso pondrán en riesgo su vida. Como comenta Eduardo González Velázquez en Los centroamericanos y su vida con La Bestia, reportaje publicado en La Jornada aún cuando el migrante ha logrado pasar “la selva y la sierra chiapaneca… el primer escollo geográfico y climático que deben vencer los “exiliados económicos” de Centroamérica, para superar la primer “aduana” mexicana los migrantes y los coyotes deben cambiar constantemente los puntos de ingreso, así como las rutas que siguen una vez internados en nuestro país”. Incluso una vez en la frontera México-americana Dagoberto tendrá que enfrentarse  al  “desierto de Arizona con sus ofensivas temperaturas que lo convierten en un “cementerio” de migrantes con más de cinco mil decesos sucedidos entre 1993 y 2008”.

Las patronas: Madres que cuidan

            Todos los días, desde hace 15 años, el grupo de Las Patronas baja a las vías del tren “La Bestia” en una pequeña comunidad de Amatlán, Los Reyes, Veracruz, para darle a los migrantes ilegales, que tienen como rumbo los Estados Unidos, una bolsa con seis tacos de frijol, arroz y salsa de huevo. Con las manos y con pequeñas lámparas, si es de noche, le piden al chofer que disminuya la velocidad de la máquina. Sólo tienen poco tiempo para acomodar las rejas con el alimento, ya que las ráfagas del tren tardan tres o cuatro minutos en desaparecer.
            La caridad de Las Patronas se llena con un “Dios te bendiga” o un “gracias madre”. Viven en “una región de esperanza” y “marcadas por todas las historias que acompañan al tren, las mujeres de aquí son un ejemplo de valor, solidaridad y humanismo”, sostienen. “Nosotros llegamos tratando de brindar esperanza al lado de las vías... y resulta que al hacerlo estas mujeres nos llenaron de esperanza y fe en la humanidad. Cada mirada, cada ida al mercado y cada lunch nos recuerdan que un acto sencillo y desinteresado es capaz de devolver la sonrisa y la fortaleza”, añaden.
            Todo inició cuando “Rosa y Martha fueron a comprar leche para el desayuno de los hijos, pero, a la hora de regresar a sus casas venía el tren con cinco o diez migrantes y comenzaron a gritar ‘madre tengo hambre, regálame tu pan’ y hasta el segundo vagón se los dieron”, narra en entrevista Leonila Romero, sobrina de las señoras y una de las patronas más jóvenes. De regreso a su casa, las mujeres creyeron que su abuela las regañaría por haber dado la comida, pero su prima Bernarda pensó que era mejor hacer más lunches con la ayuda de las otras tías.
            Al principio, en 1995, los 25 lunches alcanzaban para los pocos “aventureros o moscas” que viajaban en el techo de los vagones, “nunca nos imaginamos que fueran migrantes”, menciona Leonila. Cuando comenzó a subir la tortilla y las mujeres de la familia Romero se quedaron sin dinero para comprar los ocho kilos necesarios “un contador que estaba trabajando con otras organizaciones, como Caritas, escuchó hablar de La Patrona, nos visitó y nos dijo que nuestra labor era muy buena”. Para ayudarlas consiguió que la tienda de autoservicio Chedraui les donara la merma, el pan que ya no se vende en el día.
            Para conseguirla cada lunes, miércoles y viernes las patronas tienen que lavar charolas, atender a los clientes en la panadería y llenar un formato para poder sacar el pan. Pero su labor a penas comienza. Para poder alimentar a los migrantes que pasan colgados de La bestia diariamente las mujeres de la familia Romero guisan entre siete u ocho kilos de arroz, que acompañan con  la verdura que juntan los sábados en los mercados.
            En la presentación del cortometraje Las Patronas, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Gerardo Rayón, vicepresidente de Contagiando Voluntad A.C., explicó, que conoció a estas mujeres gracias al documental De nadie, por lo que se dieron a la tarea de buscarlas. Al presenciar la situación por la que pasaban los migrantes indocumentados en esta región decidieron apoyarlas. Así, esta asociación se convirtió en uno de los nexos que canaliza la ayuda para las patronas. A decir de Francisca Romero, la ayuda puede llegar de diferentes formas “pueden juntar las botellas o bolsas que ya no usen, también pueden dar ropa, calzado, alimentos no perecederos, rafia, donativos en especie y dinero”,
            “Cuando comienza a silbar el tren salimos a la vías, cargamos las rejas y nos ponemos cada seis metros a lo largo de la manzana; la carretilla queda al paso del tren y si no lo agarraron con la primera persona lo agarran con la siguiente, a veces sí son conscientes y dejan que los de atrás agarren”, explica La Patrona sobre nombre que ha adoptado el grupo de mujeres y como también se conoce a la comunidad a raíz de su nombre “Guadalupe”.  Dago fue uno de los tantos que no alcanzó lunch, a su paso por esa comunidad veracruzana, pues  en ocasiones los 150 o 200 que se hacen no son suficientes, “por ejemplo, si el tren pasó a las doce del día las patronas se regresan a cocinar otro poco para cuando vuelva a pasar a las cuatro o cinco de la tarde, sino pasa se recalientan para el otro día”, añade.
            Las patronas sólo tienen diez minutos para llegar a las vías del tren si “La Bestia” se oye por Los Ángeles, uno de los pueblos más cercanos, pero si el silbido resuena por Huichapán tienen el doble de tiempo. En ocasiones, “cuando el tren va lento a los migrantes les da tiempo de bajar por un lunch, pero, si ya están abajo y el tren va corriendo les gritamos que ya no se suban, que nosotras los llevaremos”, platica doña Francisca. Córdoba es la primera estación donde puede pararse el tren, después de Amatlán, aunque “si no hace parada aquí, los llevamos a Orizaba, donde se para definitivamente”, recalca. En este último punto deberán tomar otro tren que los lleve hasta el Distrito Federal. A veces, las integrantes de este grupo de ayuda humanitaria pueden platicar con ellos en estas dos estaciones, les preguntan de dónde vienen, cómo se llaman y si dejaron familia, “aquí sí podemos ver sus caras”, subraya la señora Romero con una sonrisa.
            Leonila Romero no sólo es miembro de Las patronas, su deseo de ayudar la trajo al D.F. para colaborar con el Episcopado de México. Ella es el contacto con otras casas migrantes  y su función es velar por los derechos de los indocumentados y comenzar con los trámites migratorios para que no los detengan en el país, también está en contacto con otras organizaciones como los grupos de protección Beta que han orientado a más de 60 mil migrantes y rescatado a 1, 067 en Sonora (634), Baja California (305), Chiapas, Oaxaca, Veracruz y cuatro estados más.
            Al respecto el historiador González Velázquez reporta que “el territorio que deben cubrir abarca la zona del Suchiate, Arriaga y Motozintla, “mucho terreno para pocos agentes y escasos recursos”, se lamenta Samuel Ramírez Bante, coordinador del grupo, quien también afirma contundente: “a veces también nosotros tenemos que correr”, pues desde 1998 nos “desarmaron”. El Beta trata de “convencer a los migrantes de que regresen, de los riesgos que corren, pero el hambre en Centroamérica está cabrona no los podemos detener”, señala contundente un agente Beta. Las denuncias por abusos y violación a los derechos humanos caen en el olvido. Todos extorsionan a los migrantes, “sobre todo la policía sectorial”. El vacío es total. La impunidad absoluta. “Existe corrupción, todos lo sabemos”, se escucha lapidario el coordinador del grupo Beta”. 
            Pero no todos comparten el entusiasmo y el deseo de ayudar a los migrantes.  En Amatlán las Patronas son criticadas por sus vecinos, “dicen que somos señoras que no tenemos nada que hacer, que no atendemos a nuestros maridos y que cómo podemos ayudar a personas que no conocemos, porque no sabemos si son asesinos, rateros o violadores, pero, nosotras les decimos que es nuestro pan de cada día y que seguiremos así hasta que Dios nos lo permita”, platica doña Norma Romero. “Estamos levantando nuestro pueblo, los vecinos y los jóvenes no nos ayudan, porque el machismo predomina, andan en bailes y en el libertinaje”, señala Bernarda, una de las menores de la familia.
            Sin embargo, las críticas y el nulo apoyo de las autoridades gubernamentales y municipales, de la misma comunidad y de la iglesia no han interrumpido su labor, la patrona relata “tuvimos problemas con las autoridades, nos tachaban de polleras y que nos iban a meter presas, ahora ya no nos dicen nada, conocemos nuestros derechos”, expresa Norma. Para Las Patronas ayudar ya no es una elección, aún sin el apoyo de autoridades y vecinos desempeñan día a día su labor. Ya no pueden dejar de hacerlo porque, dicen que los migrantes  “son como de la familia”. Cada una de ellas tiene una familia, pero, “combinan la labor del hogar con su labor humanitaria.”

La casa del migrante en Lechería

            German Leonel Chavarría despertó hoy en la Lechería, Estado de México. Desde anoche se hospeda en la Casa del Migrante “San Juan Diego” que se localiza en dicha comunidad mexiquense, junto a la parroquia de San José, a unos metros de las vías del tren.  También él es un migrante centroamericano, pero a diferencia de las otras 29 personas que se encuentran en el albergue está noche él no va, regresa. A penas hace una semana y media se encontraba en Nuevo Laredo, Tamaulipas decidiendo si intentaba de nuevo cruzar la frontera de México con Estados Unidos o si volvía a la casa materna en Honduras. Decidió lo segundo.
            La noche es fría en el Estado de México, pero para los 30 migrantes que hoy se guarecen en la casa de migrantes de Lechería hoy habrá una cama y un bocado caliente. El  lugar no es muy grande, cuenta con un poco más de 40 camas, dos baños y una cocina donde los seminaristas preparan el alimento para los migrantes que pasan la noche aquí. Anteriormente los centroamericanos llegaban a Lechería y dormían al aire libre cerca de las vías, en donde eran víctimas de presuntos policías y delincuentes que los extorsionaban. Lechería es utilizada como paso de los migrantes centroamericanos porque en esta comunidad confluyen los trenes que vienen de Veracruz y los que van hacia el norte del país.
            La Casa del Migrante “San Juan Diego” se localiza en el número 15 de la calle Cerrada de la Cruz y es considerada un oasis por los indocumentados en su camino a Estados Unidos. Fue creada el 19 de enero del 2009 y ha albergado a miles de personas, entre ellas mujeres y niños. El refugio cuenta con la coordinación de Arturo Montoya, hermano del sacerdote de la parroquia contigua y está a cargo de la Dimensión de Movilidad Pastoral Humana de la Iglesia Católica, pero da alojo a todo aquél que lo solicita siempre y cuando haya cupo y sea en los horarios establecidos, sin importar si no practican dicho credo religioso.
            No es fácil entrar a sus instalaciones. Por experiencias anteriores los seminaristas son precavidos respecto a las visitas pues, dicen, han llegado personas a querer llevarse a los indocumentados, por lo cual tienen estrictas reglas para sus huéspedes temporales. A las siete de la noche ningún migrante puede salir o entrar. Quien ha decidido seguir su camino recoge sus cosas y se encamina hacia las vías del tren. Darío y Alfonso, los seminaristas a cargo, los ven marcharse y les dan su bendición. Con el silbido herrumbroso del tren como fondo ven alejarse una y otra vez a cientos de migrantes. Unos van y otros llegan, no hay descanso porque las historias se repiten, una y otra vez, todo el tiempo. La casa del migrante ha dado alojo hasta a 200 migrantes en una misma noche.
            Después de varios intentos los seminaristas permiten el acceso. Para poder ganarse su confianza hay que mostrarles que venimos dispuestos ayudar. Reunidos alrededor del televisor  que transmite el partido de futbol México-Guatemala los migrantes disfrutan de su cena: café negro, frijoles, pollo enchilado y pan dulce. Mientras estén aquí nadie pasará hambre o frío, a cambio deben mantener limpio su lugar de descanso, cada quien se hará cargo de su ropa, de su cama y de sus trastes. Tienen derecho a 2 llamadas internacionales, ya sea a Estados Unidos o su lugar de origen, además cuentan hasta con 72 horas para descansar, reponerse y poder seguir su viaje.
            Pero no todos tienen la misma suerte. A fuera de la casa “San Juan Diego 5 migrantes esperan. Para cubrirse del aire frío se tapan hasta la cara con chamarras y suéteres. Aún cuando es mediado de año el aire se cuela por todos los orificios de la ropa. Pensaban llegar y dormir protegidos en el refugio, pero no sabían que después de la siete de la noche nadie puede ingresar al refugio, hasta el otro día. Darío comenta que aún cuando ellos quisieran permitirles el acceso sus superiores no se los permiten para evitar cuestiones como asaltas o secuestro a los migrantes ya que, durante su estancia, están bajo su responsabilidad.
            Al respecto Luis Rodríguez Figueroa, secretario general de la Unión de Colonos y Comerciantes de Lechería A. C asegura que el albergue fue rebasado y muchos centroamericanos esperan turno para ingresar al mismo, por lo que deambulan por las calles y generan inseguridad a la población, aclara que no están en contra de los migrantes, pero las condiciones de su comunidad cambiaron en las últimas semanas porque la inseguridad aumentó. Agrega que los centroamericanos duermen frente a las viviendas y en ocasiones han ocurrido altercados con los pobladores, incluso enfrentamientos a golpes.
            El líder de colonos relata que un migrante intentó robar una vivienda localizada frente al albergue y el propietario de la casa lo enfrentó a golpes, mientras que en Cerrada 11 de Julio, una mujer encontró en el patio de su vivienda a un centroamericano sin camisa y aseándose en el lavadero, quien se negó a salir del inmueble. Afirma que existen antecedentes de un intento de violación a un menor de edad y de ofensas a mujeres de la comunidad, situación que se está convirtiendo en "intolerable". "Antes nos pedían una moneda, ahora francamente nos 'talonean'. Pernoctan en las noches frente a los domicilios y se molestan cuando los dueños quieren entrar a sus casas", añade.
            Expresa que en días pasados un grupo de habitantes de Lechería cerró a la circulación vehicular la avenida 11 de Julio para exigir la reubicación de la Casa del Migrante de Lechería, por lo que mantienen diálogo al respecto con autoridades municipales. Pero no todos los vecinos piensan de esa manera. Durante nuestra estancia en la Casa una familia llegó con comida preparada para los migrantes. Los seminaristas dicen que la casa tan sólo sobrevive con las donaciones de la gente, en ocasiones, dicen, han tenido que deshacerse de la comida porque sino se les echa a perder.
            Germán se dispone a pasar su segunda noche en Lechería. Viste una playera negra, un pantalón blanco y un rosario de cuentas de colores. Él no descansa para reemprender el viaje, por el contrario, a quien lo escucha le cuenta la historia de su secuestro, de cómo lo golpearon, el hambre y dificultades que vivió en la frontera. Pero no lo escuchan por que algunos ya preparan sus cosas para salir a primera hora, pues el fin de semana migración no trabaja y hay que aprovechar la ventaja, porque nadie experimenta en cabeza ajena. Cada año  más de 300 migrantes mueren en su intento por llegar a Estados Unidos, de acuerdo con un informe legislativo elaborado por la bancada del PRI en el 2010. Para algunas ONG´s de El Salvador y Guatemala la cifra podría ascender a 400.
            Por su parte un estudio elaborado por el secretario de Asuntos Internacionales de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), Edmundo Ramírez Martínez, destaca que de 1998 a 2008 "desaparecieron" más de 60 mil centro y sudamericanos en su cruce de México hacia Estados Unidos, sin que se conozca su paradero, ya que nunca llegaron con sus familiares al país del norte.  Germán los mira y comenta: “Han de pensar que se los digo porque les tengo envidia, porque yo no pude pasar y ellos sí podrán, no se los digo por eso, se los digo por que hay algunos como yo que no pasamos, pero hay otros que ni siquiera llegan. Yo prefiero volver a casa.”

De vuelta a casa

            Después de tres intentos fallidos por cruzar la frontera de México con Estados Unidos Germán se dio cuenta que añoraba su casa y a los suyos. Desde el momento que salió de Honduras, hace 8 meses, su familia desconoce su paradero, no sabe si quiera si estaba vivo o muerto. Hace unos días regresó del norte del país y contactó a los servicios de migración mexicanos, como respuesta le dijeron que en tres días resolverían su situación y lo deportarían a Honduras, mientras tanto espera en Lechería. Escucha al tren como a un cascabel de hierro que anuncia la llegada de nuevos migrantes, hermanos todos: catrachos, ticos, guatemaltecos.
            Decidirse a volver fue más difícil que emprender el viaje, era como reconocer una derrota, pero curiosamente fue más rápido y más sencillo. Para llegar desde Honduras a Nuevo Laredo, Tamaulipas Germán tardó más de un mes y medio; sin embargo, para volver sólo le tomó una semana y media desplazarse hasta el centro del país. Yo quería que me deportaran desde allá pero ahí no hay casas del migrante como ésta, o al menos yo no las conozco”. Para evitar un nuevo secuestro  o que le quitaran el poco dinero que logró juntar Germán decidió emprender el camino de vuelta por su cuenta. “Primero me fui a Monterrey y de ahí a Saltillo, luego me vine para San Luis Potosí y ya de allá hasta aquí.” Las previsiones tomadas por Germán no estuvieron de más, de acuerdo con el diputado federal del PRI e integrante de la Comisión de Gobernación, Arturo Zamora Jiménez,  la situación que experimentan los migrantes indocumentados que van de paso es totalmente desfavorable, a pesar de que en 1997 se aprobó una reforma a la Ley General de Población para eliminar el trato de delincuentes que México les daba a los migrantes. Dicha reforma eliminó la sanción de hasta 10 años de cárcel a los extranjeros que ingresan al país sin los documentos migratorios, lo que se esperaba beneficiaría a los centroamericanos y sudamericanos que utilizan el territorio mexicano para llegar a Estados Unidos. "Pero hoy están a expensas del crimen organizado y persisten los abusos de autoridades".  
            El informe legislativo de la CNOP expone que el tráfico de personas en la frontera norte se ha convertido en "gran negocio" que genera ganancias por más de tres mil millones de dólares al año para las organizaciones delictivas. Germán desconoce estas cifras pero sabe que lo único para lo que buscan a los migrantes es para sacarles el poco dinero que llevan. “Por eso me regreso a casa, porque me puse a pensar y me di cuenta que no vale la pena sufrir todo esto, si de regreso puede que me roben lo que traiga, porque prefiero ver a mi madre y a mi hijita de un año que no me conoce. Por qué de un año no conocen ¿Verdad?
            Germán está seguro de su decisión, dice que llegando a Honduras buscará trabajo y aunque sea con poco pero estará con los suyos. Se lo prometió a la virgen el día del secuestro. “Yo no soy muy creyente pero el día que me tenían ahí golpeándome con tablas yo le pedí a nuestra madre que me dejara volver  a ver a mi madre y a mi familia y me lo concedió, por eso me regreso a casa. Por eso y porque cuando me vine mi madre me dijo que si no volvía ella vendría a buscarme en cada rincón hasta que diera conmigo, vivo o muerto. Yo no quiero que ella sufra lo que yo sufrí”.
            Para Germán el viaje ha terminado. Los servicios de migración lo trasladarán hasta Honduras y volverá a ver su familia. No ha querido avisarle a su madre que va de regreso quiere “caerle” de sorpresa “Si ya ha pasado tanto tiempo sin saber de mí no importan unos días más” También tiene que explicarle a ella y a sus hermanos que no logró pasar y que por nada del mundo lo volverá a intentar. Tampoco permitirá que sus hermanos lo hagan, no quiere que se expongan. Prefiere que estén juntos en su pueblo, donde todos se ayudan,  porque en México nadie se interesa por el migrante, son pocos los que le tienden la mano o le dan una tortilla, la mayoría son indiferentes o de plano los rechazan.
            “Todos piensan que es muy fácil,  que te subes al tren y ya estás del otro lado, pero no saben cómo está la cosa, tienes que vivirlo para saber que arriesgas la vida y eso para lograr llegar a un lugar donde no conoces a nadie y no sabes si vas a encontrar chamba. Todos piensan que vas a llegar a juntar bolsas de dinero”.

Tierra yerma

            En México los migrantes encuentran a su paso indiferencia y desconsuelo. No hay solidaridad ni siquiera por un origen compartido o un pasado lejano común. La migración como una válvula de escape permite que cada año miles de migrantes indocumentados se enfrenten a una serie de complicaciones durante su camino. Se convierten en víctimas del crimen organizado, de la delincuencia, del secuestro, de las extorsiones y de la discriminación.
            Hoy, la travesía de centroamericanos y sudamericanos para lograr el “sueño americano” se encuentra en recesión económica al cruzar México, debido a que existen vacíos, en los tres niveles de gobierno, en los escenarios migrantes desde el estado de Chiapas hasta la frontera con Estados Unidos. Los delitos de los Zetas y los Maras apenas inician aquí, en Arriaga, Chiapas.
            Aunque la Ley de Protección y Apoyo a Migrantes establece como objetivo regular en el “ámbito de la competencia estatal, la protección de los derechos de los migrantes que se encuentren en territorio estatal”, los tres veces mojados expresan son considerados un negocio, una mercancía para las autoridades. Además, las políticas públicas en materia de orientación al migrante, promover y vigilar el respeto y cumplimiento de sus derechos humanos, sin distinción de sexo, raza, nacionalidad, idioma sólo han quedado en el discurso, ya que en los puestos de control aduanal, en las fronteras naturales y en el mismo Instituto Nacional de Migración, los migrantes deben pagar cuotas excesivas para que no sean deportados, encarcelados o golpeados. Tal es el caso, de los administradores del ferrocarril Chiapas-Mayeb y los policías “privados”, quienes se encargan de cobrar y acomodar a los pasajeros en La Bestia, sin antes permitir que nadie suba si no dado la cuota establecida que va desde los $20 hasta $1,500 para subir al lomo del tren.
            Así, a pesar de la creación, en 1990, de los grupos Beta, los cuales pretenden velar por el bienestar, salud y vida de los migrantes cuando se encuentren en peligro, algunos han sido reportados por violar los derechos de los wet back. Así, las Casas para los Migrantes se han convertido en refugios para los que anhelan llegar al otro lado. No obstante, el establecimiento de algunas, como la de Lechería en el Estado de México, ha provocado el desagrado y la indiferencia de los habitantes de la localidad.
            Incluso, personas aledañas a la zona desconocen la existencia de estos lugares. Lo mismo sucede en Amatlán, Veracruz, donde la comunidad jarocha no apoya a Las Patronas, tal y como señala Francisca Romero “los vecinos no nos ayudan con nada, si tienen una cazuela con comida que ya no se vayan a comer, prefieren tirarla que darla a los que más lo necesitan”. Pero incluso frente a este panorama adverso y más allá del papel que el Estado puede jugar, existen sectores sociales e instituciones públicas, que van solidificándose, y adquiriendo una mayor presencia en el fenómeno migratorio.
            La sociedad mexicana poco a poco ha puesto una mayor presión social en respuesta a la problemática que ha traído el flujo migratorio al país. Al menos en este fenómeno la Iglesia católica se ha convertido en un mecanismo mediante el cual la sociedad actúa para brindarle mayor protección al indocumentado, se ha mostrado activa ante la lucha de los derechos humanos, y una de estas acciones se proyecta en la asistencia brindada a través de las casas del migrante ubicadas a lo largo del territorio mexicano.
            Con sus objetivos firmes, su propia ideología y sus creencias determinadas, estos organismos adoptan una perspectiva que les permite no sólo influir en la definición de las políticas migratorias, sino que, al mantenerse más cerca, o al dejarse envolver por este fenómeno, logran entender de mejor manera la composición de la misma problemática.
            No obstante es importante aclarar que la imagen del migrante es percibida positiva o negativamente según la postura de cada actor.  Para algunos la migración representa la oportunidad de brindar ayuda humanitaria. Para otros (como el Estado), éste puede convertirse en amenaza que atente contra la seguridad pública, cuestión que se ve en comunidades como Ixtepec, donde la presencia del albergue del padre Alejandro Solalinde ha influido en el aumento de delitos como el secuestro y el narcotráfico,  convirtiéndola en uno de los puntos rojos por su inseguridad. Esta situación también se ha venido dando en Lechería. Estado de México.
            Así, cada uno se va construyendo esta imagen según el impacto que experimentó al encontrarse con este fenómeno. Ante esta situación, México debe analizar la existencia de estos centros de asistencia, pues si bien pareciera que son generadores de inseguridad también contribuyen al control de una mayor seguridad social, al evitar que los migrantes se encuentren mendigando en las calles o delinquiendo.
            Mientras todo sucede, México continuará siendo un puente para los centroamericanos. Algunos tendrán suerte y se encontrarán con gente que los ayude en el camino. Otros, en cambio, tan sólo encontrarán a su paso la inmensidad de una tierra yerma.